Malheridos. La huella del tiempo en las bibliotecas REBIUN

Commentarium in disticha Catonis…

Ficha

Título

Commentarium in disticha Catonis…

Autoría

Robertus de Eudemodio

Fecha de publicación

Siglo XV.

Extensión

ff. 185r-202r. – 29 x 21,5 cm

Procedencia

Universidad de Salamanca Ms. 202

Sección

Descripción

Commentarium in disticha Catonis (sive Rethorica super praecepta partis metricae sive De primo speculo methaphorico). 
Pieza número 4 del volumen Ireneus et alij opera / Hyreneus in hereses. 
Antiguo poseedor: Juan de Segovia

 

 

Estos folios del Ms. 202 de la Universidad de Salamanca, una colección latina de tratados morales y teológicos escrita en el siglo XV, constituyen un ejemplo de mala praxis bibliotecaria, achacable al personal de la Biblioteca en las primeras décadas del siglo XX. En uno de los folios, un sello irrumpe en la página del siglo XV, pero más llamativa es la gran mancha de tinta, producida sin duda por el derrame de un tintero. Para remate, una de las frases ilegibles se puede desentrañar “gracias” a que el bibliotecario la repitió al lado, con su pluma y su escritura manifiestamente modernas.

El manuscrito pertenece a la primera donación conocida en la Biblioteca de Salamanca, la de Juan de Segovia en 1457. Clérigo humanista y teólogo, Juan de Segovia (Segovia, ca. 1395 - Aiton, Saboya, 24 de mayo de 1458) fue canónigo de la Catedral de Toledo, profesor de Teología en la Universidad de Salamanca entre 1418 y 1433 y participante en el Concilio de Basilea, en representación de Juan II de Castilla y de su Universidad. Tras la deposición de Eugenio IV por el concilio, fue designado miembro del comité de teólogos que debían actuar como electores del nuevo papa e incluso él mismo fue incluido en el grupo de “papables”, obteniendo el mayor número de votos en la primera votación.

Consideramos que su donación fue la causa de que se construyera la primera biblioteca de la Universidad, pues el 9 de octubre de 1457, cuando donó la mayor parte de su colección al Estudio salmantino, expresó en su testamento el deseo de que sus libros se alojaran en un espacio adecuado. En la escritura de la donación se detallan condiciones de uso e instalación: por ejemplo, los libros no podían enajenarse y deberían conservarse en la librería común, encadenados. De no cumplirse sus condiciones, los libros tendrían que ser entregados a la Catedral salmantina.